martes, 2 de diciembre de 2008

El desafio de atravesar el ojo de la aguja

Los oficiales navales quedaron encantados cuando los exploradores británicos, descubrieron el estrecho de Bass en 1798. Este paso, que separa Australia del estado insular de Tasmania, redujo el viaje de Inglaterra a Sydney en 1.100 km. (700 millas)
Sin embargo el estrecho de Bass ha demostrado ser uno de los tramos maritimos más bravos del mundo Por qué? Los vientos del oeste, las fuertes corrientes y las aguas poco profundas, de unos 60 m (200 pies) se combinan para producir grandes olas y condiciones que dificultan la navegación.También son peligrosos los escarpados arrecifes de la isla king, ubicada justo en medio de la entrada occidental del estrecho.
Hoy no es dificil atravesar el estrecho de Bass, pero ese no era el caso en los dias en que solo habia veleros e instrumentos sencillos de navegación. En aquel tiempo, entrar por el lado occidental del estrecho le destrozaba los nervios a cualquiera. Incluso habia quien decia que era como atravesar el ojo de la aguja.
Durante el siglo XIX, a los barcos les tomaba hasta cinco meses recorrer los 19.000 km (12.000 millas) que hay desde Inglaterra hasta el esté de Australia, y el viaje no era nada agradable.
Normalmente, los barcos transportaban bajo cubierta y en condiciones deplorables a cientos de pasajeros, en su mayoria emigrantes y reclusos. Era común que estos sufrieran de mareos, desnutricción y enfermedades. Además tenian que soportar a las ratas e insectos que plagaban la embarcación. Una gran cantidad de pasajeros morian durante el viaje. Con todo la promesa de una vida mejor daba a muchos la fortaleza y la resistencia necesarias para completar la travesia.
En 1.852, las cosas empezaron a mejorar cuando el capitán James Forbes encontró una ruta más corta. La embarcación de Forbes, el Marco Polo, partió de Inglaterra con 701 pasajeros a bordo, pero en vez de seguir el paralelo 39 a tráves del océano Indico, que parecia ser la ruta más corta hasta Australia, el capitán tom´´o la ruta ortodrómica desde las islas británicas hasta el sudeste de Australia, lo cual lo llevó más al sur, hacia la Antártida. A pesar de los icebergs y las grandes olas, el viaje hasta Melbourne, la capital del estado de Victoria, duró solo sesenta y ocho días, la mitad del tiempo que tomaba antes. El récord se alcanzó en un momento oportuno, pues Victoria hervia con la fiebre del oro. Cuando se enteraron de que se habia hallado un trayecto más corto miles de personas se lanzaron a cruzar el oceáno e ir en busca del preciado metal.
Después de zarpar de Inglaterra, la próxima parada era el cabo 0tway, a 16.000 km (9.700 millas ) de distancia. Con un sextante y cartas de navegación se calculaba la latitud, y con un cronómetro -puesto según la hora de Greenwich- la longitud. La hora local se determinaba por la posición del Sol. Cada hora de diferencia entre la hora local y la de Greenwich representaba 15 grados de longitud -permitian al buen navegante determinar su posición con bastante exactitud.
Pero este metodo no era infalible. Las nubes podian cubrir el Sol por varios dias, y los cronómetros de antes no siempre eran muy precisos. Si todos los dias el cronómetro se adelantaba o se atrasaba por tan sólo un segundo, en tres meses el barco podría encontrarse a 50 km (30 millas) de su ruta original. Y si una tripulación un poco perdida se disponia a cruzar el estrecho de Bass, y se encontraba con lluvia, niebla u oscuridad, podría confundirse aún más y hacer que el barco naufragara en las costas rocosas de la isla king o en las de Victoria. Sin duda, muchos viajeros se sintieron igual que cierto capitán que, al ver el cabo 0rway a una distancia segura, exclamo con alivio:Gracias a Dios que no cometimos ningún error!!. El hecho de que la mayoria de aquellos marineros del siglo XIX pudieran atravesar el ojo de la aguja sin naufragar habla muy bien de sus dotes de navegación. Sin embargo algunos barcos no fueron tan afortunados.
El 1 de junio de 1878, antes del amanecer, el cliper Loch Ard navegaba a tráves de una espesa neblina rumbo a la costa deVictoria. El dia anterior, esa misma neblina habia impedido que el capitán determinara con precisión la posición de la nave. Como consecuencia, se hallaba mucho mas cerca de la costa australiana de lo que se habia imaginado. Cuando por fin se disipó la neblina, se llevaron una desagradable sorpresa:los escarpados acantilados de 90 m (300 pies) de altura se hallaban a solo 2 km (1 milla) de distancia. La desesperada tripulación hizo cuando pudo por cambiar la dirección del barco, pero el viento y la marea eran demasiado fuertes. En menos de una hora, el Loch Ard chocó estrepitosamente contra un arrecife, y a los quince minutos se hundió.
De las 54 personas a bordo, solo dos sobrevivieron, el aprendiz de navegante y una pasajera.
Hoy, miles de embarcaciones, grandes y pequeñas, atraviesan sin ningún percance el estrecho de Bass todos los años. En el trayecto pasan junto a más de cien naufragios confirmados. Algunos de los lugares donde ocurriero0n estos, como el desfiladero de Loch Ard del parque Nacional de Port Campbell, en Victoria, son frecuentados por turistas. Dichos lugares nos recuerdan las intrépidas almas del siglo XIX que, tras recorrer medio mundo, tuvieron que realizar la terrible hazaña de atravesar el ojo de la aguja en busca de una vida mejor

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