Jonás tiene tiempo de sobra para pensar. Le aguarda un viaje de más de 800 kms que seguramente le tomará un mes o más. Lo primero es elegir qué ruta seguir:la mas corta o la más segura. Luego tendrá que cruzar un sinnúmero de valles y montañas, bordear el inmenso desierto de Siria, vadear rios tan caudalosos como el Eufrates y hospedarse con extranjeros en pueblos de Siria, Mesopotamia y Asiria. Durante su viaje, probablemente piensa día tras dia en su destino:Ninive, aquella ciudad asiria a la que tanto teme y a la que se acerca con cada paso que da.
El sabe perfectamente que no puede echarse atrás, y de nuevo intentar eludir su comision,como habia hecho la vez anterior. Jehová le habia ordenado que se dirigiera a esa fortaleza asiria para advertir a sus habitantes que iban a ser destruidos, pero Jonás se habia embarcado en dirección contraria. Así que Jehová envio una violenta tempestad contra su barco, y Jonás comprendió que, pese a los esfuerzos de la tripulación por mantener la nave a flote, su desobediencia iba a costarles la vida a todos. Para salvar a aquellos intrépidos marineros, pidió que lo arrojaran por la borda. A regañadientes, estos lo lanzaron al agua. Cuando Jonás ya estaba convencido de que iba a morir, Jehová hizo que un gran pez lo engullera. Tres dias después, este lo deposito sano y salvo sobre una playa. Sin duda, aquella impresionante experiencia le enseñó a Jonás a ser mas obediente.
Y una vez mas, Jehová le ordenó que fuera a Ninive. Pero en esta ocasión, el profeta obedece y emprende el largo viaje hacia el este.
Jehová le ha mostrado misericordia al salvarle de morir ahogado, al no castigarlo por su desobediencia y al darle una segunda oportunidad para realizar su comisión.
Pero ¿ha aprendido Jonás a ser misericordioso con los demás?
Esta es una cualidad que a los seres humanos imperfectos nos cuesta trabajo cultivar.